03 September 2009

El esmoquin

Estaba ilusionado. No lo niego. Me jactaba de que iba a ser una horterada pero algo dentro de mí me decía que iba a acabar molándome más que José Tomás por chicuelinas el día de San Isidro. Y llega el día de alquilar el esmoquin. Y te lo pruebas. Y te miras al espejo. Y te entran ganas de empezar a aparcar coches. O de pedir a gritos una bandeja de plata para tomar nota de las bebidas. De James Bond a gorrilla sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las 10.000 pesetas en dos segundos. Puto James Bond. A él le queda que te cagas.