13 April 2009

Shabu-Shabu

Tenía el blog abandonado desde hacía varios meses... Podría excusarme diciendo que trabajo mucho pero la verdad es que la apatía literaria se debe más que nada a la pereza. No obstante, hace poco me ha ocurrido un acontecimiento digno de reltar a mis decenas de miles de seguidores...

En Semana Santa me fui con mi santa (valga la redundancia) a Japón que es un sitio que está muy lejos y donde la gente no deja de hacerse reverencias unos a otros.  Es un país  que recomiendo vivamente visitar y, si como yo, un día decides darte el capricho y comer carne de Kobe, este post te servirá para saber LO QUE NUNCA tienes que hacer. 

Para los que no lo sepan, el buey de Kobe está criado a base de sake y cerveza y además se le aplican masajes para conseguir un tono muscular óptimo. Vamos, que en lugar de salir un bicho borracho y vago el caso es que sale una carne de agárrate y no te menees. Y aquí empieza mi historia...

Restaurante recomendado en el hotel. Veo la lista de precios de la carne de Kobe. Koño kon el Kobe. Bueno, un día es un día. Veo el Kobe en dos variantes. "Kobe Steak" y "Kobe Shabu Shabu". Kobe Steak parece evidente pero ¿y Kobe Shabu-Shabu? Llamo al camarero. Le pregunto. Dado que en Japón no hablá inglés ni el embajador de Estados Unidos, el cocinero me hace una señal con la mano de fileteado y señala un fuego que tenemos en el centro de la mesa. Deducción evidente: me lo traen en filetitos y me lo hacen a la plancha. Mola más que el steak. Una de Shabu-Shabu cuando puedas. 

A los pocos minutos traen una perola con agua y la ponen al fuego encima de la mesa. Coño a ver si me he equivocao. Mi mujer entre risas dice: ¿te imaginas que te ponen y te hierven la carne? Suelto carcajada. ¿Te imaginas? respondo sarcástico pero nervioso en mi interior.  Llega el maitre con la carne que tiene una pinta impresionante. Son como lonchas de jamón de york de finas pero con textura de buey. Le miro. Me mira. Pilla dos palillos, una loncha de Kobe y la mete en agua hirviendo. En dos segundos la carne se pone blanquecina y se arruga. La saca chorreando de agua caliente y me señala cualquiera de las tres salsas. Me pongo a llorar. Pero hay que comérsela. La pruebo. No sabe a nada. Bueno sí, a carne hervida y mojada. No me he recuperado del berrinche cuando viene con una fuente de ¿verduras? y me las pone. Me voy a llevar una a la boca y llega corriendo desde la otra punta diciéndome que no, que al perolo también. Venga, pues carne hervida con caldito de verduras. Cenar mal y caro seguro pero, de colesterol te digo ya que salgo mejor que he entrado. 

Poco a poco voy haciéndome a la idea mientras empapo la carne y alterno con los brotes de soja hervidos y sólo Dios sabe qué otras hortalizas que sólo crecen en el lejano oriente. Cuando pienso que falta poco, me viene con unos fideos transparentes y al perolo también. Cuando intento coger los fideos con el palillo es imposible. Parezco en niño de Karate Kid intentando cazar moscas. Llega de nuevo. Cada vez que se acerca me entra más miedo. Trae un bol, coge el agua hirviendo del perolo donde se ha cocido todo y llena el bol. Y mete una especie de espinacas. Méate en el bol si quieres que ya me da todo igual me dan ganas de decirle. Me abstengo. Mi mujer se rie de mí. Pedimos la nota. Pues ya he probado el Kobe. Recuerda, si vas a Japón y te gusta la carne, Kobe Steak.