29 December 2008

Nochevieja

(Me acaban de mandar esto por mail y no puedo por menos que reproducirlo)
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¡Dentro de nada... Nochevieja, ¿eh? ¡Qué estrés! Yo en nochevieja me siento... me siento... 
no sé, me siento como un toro, ¿no? Cuando llega la fiesta miro alrededor y me da la  sensación de que todo el mundo se lo está pasando bien, menos yo. 
 
El estrés comienza con la cena. Aquello parece una prueba del Gran Prix: 
Tienes que llevar calzoncillos rojos, tener algo de oro para meterlo en la copa,preparar las doce uvas...   
Y contarlas varias veces, porque, como son todas iguales, te equivocas: 
 
- Una, dos, tres, cuatro... una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... 
Esta pocha ya la he  contado... Una, dos... siete, ocho... ¡Joder, las doce menos veinte! 
¡Chavalín, trae el  Rotring, que las voy a numerar, como en el Bingo! 
 
Y tu madre: 
 
- ¿Queréis venir, que se enfrían las gambas? 
 
Que esa es otra: te tienes que comer todo lo que está en la mesa... 
 Y antes de las doce!; 
que, con las prisas, más que pelar gambas, parece que estás 
desactivando una bomba. 
 
- ¡Coño, las doce menos diez! ¡Mamá, no me da tiempo: hazme un sándwich con el cochinillo, que ya está terminando Cruz y Raya! 
 
Y no eres el único que está agobiado, ¿eh? No hay más que ver la tele.

Allí están Ana  Obregón y Ramón García, explicando a toda España como funciona un  reloj. 
Acojonados por si  se equivocan: 
 
- Cuando la aguja pequeña esté en las doce y la grande también.. serán las doce. 
 
¡Coño, como todas las noches! 
 
- Y entonces bajará la bola y... luego vienen los cuartos, ¡no vayan a empezar a comerse  las uvas, ¿eh? 
 
Vamos a ver: ¿por qué nos explican mil veces que nos comamos las uvas  en los cuartos y  nadie nos explica por qué coño tiene que bajar una bola? ¿Qué clase de reloj es ése? 
 
Cuando por fin llegan las doce, en toda España se oye lo mismo: Cla, 
cla, 
cla, cla... <> > es la bola>>: cla, cla, cla... Din-don... 
 
- ¡Ah no, que son los cuartos! 
 
Din-don... 
 
- ¡Escupid que son los cuartos! 
 
Din-don... 
 
- Pfbbbbbbbb... ¿qué son qué? 
 
Din-don... 
 
- Los cuartos... 
 
Ton... 
 
- ¡Ahora, ahora! 
 
Ton.. 
 
- ¡Una! 
 
- ¡Que no, que vamos por la segunda! 
 
Ton... 
 
- Pues me meto dos... 
 
Ton... 
 
- Seis... 
 
- ¿Cómo que seis? 
 
Ton... 
 
- A mí ya no me caben más, ¿eh? 
 
Ton..
  -¡Eh!, ¡deja mis uvas, cabrón! 
 
Ton... 
 
- ¡Es que se me ha caído una al suelo! 
 
Ton... 
 
- Bgrfds... 
 
Ton... 
 
- Bggggdffffff... 
 
Ton... 
 
- A mí ya no me quedan... 
 
Ton... 
 
- Bgggggdffffff.... 
 
- ¡Pues a mí me sobran cuatro! 
 
Ton... 
 
- Bfgggggggg, grounfffffff... 
 
Y cuando acaban, toda la familia con la boca llena de babas, a darse besos: 
 
- Feliz año, eeeeeeeeeh, felicidades, grfdddfd... 
 
Y suena el teléfono: ¡riiiiiiiiiing! 
 
- ¡Pero coño! ¿Ya están llamando? ¿No se pueden esperar? 
 
- Pues a mí todavía me sobran dos... 
 
- ¡Champán, que alguien abra el Champán! 
 
Pero, bueno, ¿a vosotros os parece lógico empezar el año así? 
 
¡Qué estrés, de verdad! 
 
Pero como es Nochevieja... tienes la obligación de divertirte. Así que después te vas a un fiestorro a un sitio en el que, si caben mil personas, el dueño ha decidido meter a cinco 
mil doscientas. ¡Muy bien! ¡Cuatro mil doscientas más de las que caben! 
¡Quédate en la calle si te apetece, con la pelona que está cayendo! 
 
Así que entras. Lo bueno que tiene ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. 
A mí el año pasado me ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo,tomándome mi cubatita de garrafón, cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: 
 
- ¡¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!!!! 
 
Y, claro, que vas a hacer, pues te pones a bailar... ¡Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! ¡Pero como es Nochevieja... ! ¡Pues hala! Y de repente te das la vuelta 
y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver como escapas de ésta! 
Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil pero salir es muy jodido. 
Porque en el garito hay como doce congas girando a toda pastilla... 
 
Bueno, pues iba yo conduciendo mi conga... por mi derecha, cuando, de pronto, me veo venir en dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo 
con casco de vikingo. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni luces ni nada... pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la derecha... ¡Y me
tragué entera una columna de espejitos! ¡Siniestro total! 
 
Doce heridos leves y una columna de espejitos destrozada. Y yo, con una ceja abierta tirado en el suelo pensaba: cagao! 
 
Y en ésas, me desmayé. 
 
Al despertar estaba en la sala de urgencias, rodeado por todos los de mi conga. Algunos todavía no se habían esenganchado; habían venido corriendo detrás de la ambulancia. 

Bueno, las urgencias en Nochevieja, hay que vivirlas. Si en la sala caben cincuenta personas, el dueño ha metido a ciento cincuenta... Como el de la discoteca. Y como allí también es Nochevieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la 
enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dientes de Drácula, ¡que te da una confianza... ! El tío te dice: 
 
- ¿Qué ha sido? ¿Con una moto? 
 
- No, con una conga. 
 
- ¡Ay!, si es que van como locos con las congas... 
 
Cuando salí de allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la mañana con la ceja grapada en un bareto... 
 
- Oiga, póngame un chocolate con churros. 
 
- Pues sólo nos queda Nesquick y algunos dónuses... Es que los últimos churros se los han tomado los de una conga, ¡traían un cachondeo...! Había un gordo que llevaba un casco de 
vikingo... ¡No le digo más! Y es lo que yo le digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿Cuándo vas a disfrutar? 


Feliz 2009 a todos los lectores...

02 December 2008

Episodio Final: un día en la ópera y la faja de Sarah Palin.

Tade de principios de octubre. Un taxi nos lleva a toda la familia al Metropolitan Opera, una joya arquitectónica de más de 100 años que ha visto desfilar a los mejores artistas del canto: Maria Callas, Plácido Domingo, Josep Carreras, Pavarotti, Carusso, David Bustamante, etc.  

Mi madre se había empeñado en que fuésemos a la ópera y yo, que nuca había ido y además no pagaba, dije ¿por qué no? Y allí fui, como Julia Roberts en Pretty Woman dispuesto a romper a llorar fruto de la emoción al finalizar el espectáculo. Y lo de la emoción no pero lo del llanto me faltó el canto de un duro. ¿La razón? Sencilla de explicar en tres palabras: cuatro putas horas. Y lo de putas es un adjetivo calificativo porque las pase putas de verdad.  Sí, sí, habeís leído bien: 4 (cuatro) horitas de bel canto separadas únicamente por un intermedio de 20 minutos. 

Representaban Don Giovanni (aunque yo hubiera preferido Don Pim Pom porque no me diréis que no molaría ver aparecer en el Metropolitan a Espinete, Chema el panadero y compañía). Pero a lo que vamos. Don Giovanni es la adaptación cantada pa joder (adaptazione catata per puteare) del mito de Don Juan el conquistador. Menos al portero del edificio, le dio tiempo a conquistar a todos los que estábamos allí. Para el que no haya estado nunca en la ópera la explicación es fácil: cuando llevas 10 minutos piensas "pues ya he estado yo en la ópera". Cuando llevas 3 horas y cuarto, piensas en la madre que parió a Puccini, a Tortellini y a Planeta Agostini (en éste último caso te preguntas sobre todo: coño, ¿que coño hago yo a las doce y media de la noche con lo cansado que estoy pensando en la madre de José Manuel Lara?). 

Siendo cierto que la sensibilidad artística no es precisamente una de mis mejores virtudes, toda la familia al unísono (a excepción de mi madre que a punto estuvo de ser ajusticiada a la salida) reconoció que quizá era excesivo cuatro horas de amore, traittore, vendettas y fetuccini alla putanesca (aunque la putanesca que nos había hecho mi madre era fina). 

Consejo lúdico: si quieres ir a la ópera estudia solfeo, ten sensibilidad artística y, sobre todo, asegúrate de que en la sala de al lado ponen la de James Bond por si te torras.

Pero lo más sorprendente de mi viaje a NY es que tuve la oportunidad de ver el debate entre Sarah Palin y Biden en directo (por TV, no en directo en plan segunda fila). Al igual que Pepiño hizo en su día, hasta hoy no había querido escribir sobre las elecciones para no influir en el resultado. No soy un experto en elecciones americanas aunque sí un aficionado (al título de este blog me remito). La diferencia básica entre los políticos americanos y los españoles es que los nuestros son malos y los suyos al menos son reguleros que diría Joaquín Reyes.

Aunque lo cool en estas elecciones es decir Yes we can y black is black, a mí, como seguro que a Javier Bardem, desde siempre me gustó Sarah Palin. La virtud que más valoro es la honestidad y que un político diga lo que piensa, a sabiendas que le va a quitar más votos que le va a dar,  me parece algo loable y que por desgracia no he visto en mi país. Hay mil cosas que no comparto con Sarah Palin pero nadie le podrá echar nunca en cara que fue leal a su verdad. Y al margen de que debía tener una faja de 150.000$ que estilizaba su figura y cuando guiñaba el ojo molaba todo, la paleta de Wasilia le dio un repaso a Biden en el debate de agárrate  y no te menees (hold on and don't shake yourself que dicen allí).

La conclusión que saco cada vez que voy a Estados Unidos es que nunca he entendido la tirria y el odio que le tenemos en Europa. Cuanto más voy, más me gusta. Cada vez que le oigo a alguien decir que es un país de paletos, siempre pregunto ¿Y tú cuántas veces has ido a Estados Unidos? La respuesta suele ser la misma: ninguna. Ah, ya decía yo. No te preocupes: Yes you can.